Acompañar en la virtualidad y en comunidad
Irene Audisio colabora en el apoyo a la educación a distancia desde Mendiolaza. Forma parte de un proyecto comunitario en Unquillo en el que brinda apoyo a mujeres del barrio Gobernador Pizarro para que finalicen sus estudios secundarios a distancia. Entre los muchos cambios que introdujo la pandemia, la educación a distancia fue uno de ellos. Escuelas, universidades y diversas formaciones adaptaron sus planes de estudio y aunque desde entonces la presencialidad ha vuelto casi en su totalidad, la educación remota llegó para quedarse. Pero requiere también de contención y tecnología, que no todos disponen.
Un proyecto que se armó desde la necesidad
Comenzó en el 2017 aproximadamente, en la casa de Liliana Barreto, una vecina de la zona que ya tenía un merendero en su casa. En esa ocasión, invitó a Irene junto a otras mujeres de un grupo feminista de B° El Talar de Mendiolaza a dar una charla sobre el aborto en B° Gobernador Pizarro. En ese grupo había mujeres, varones, tanto jóvenes como adultos que, tras un par de encuentros, comenzaron a expresar que lo que realmente necesitaban era educación. Entre las principales dificultades para terminar sus estudios, las mujeres expresaron la falta de plata para el colectivo hacia el CENMA de Unquillo y la falta de horarios ya que la mayoría tenía hijos o familiares a cargo.
A raíz de este pedido, Barreto y Manuela Corral, una docente del secundario de El Pueblito, una localidad de Sierras Chicas, cercana a Salsipuedes, comenzaron las gestiones para armar una sede a distancia del CENMA en el barrio Gobernador Pizarro. El grupo de docentes junto a las alumnas y personas que colaboraban en este proyecto comenzaron a reunirse los miércoles y sábados en la casa de Liliana Barreto.
La gran mayoría de las mujeres que estudiaban no tenían celular, computadora o internet; con ese panorama era muy difícil terminar el secundario a distancia, explicó Irene. “Que haya un aula virtual, que exista el programa y que haya plata para ese programa y alguna autoridad; no quiere decir que sea suficiente para que las estudiantes puedan estudiar”, expresó Audisio.
En el comienzo, durante las reuniones, acompañaban a las mujeres en el recorrido por el contenido de las materias: lengua, matemática, ciencias naturales y sociales. Les prestaban el celular para ver material audiovisual o extra, y proponían actividades para sus hijos para que ellas pudieran tener ese momento de estudio y concentración.
Cambio de dinámicas que trajo la pandemia
Con la llegada de la cuarentena en el 2020, Irene explicó que continuaron acompañando a las mujeres a través de WhatsApp. “Si tenían que hacer un trabajo escrito ellas nos mandaban fotos del manuscrito y nosotras lo pasábamos a un Word y así presentábamos las evaluaciones”, detalló. Aún así, resaltó que luego de la pandemia los encuentros no pudieron reanudarse de la misma forma y las dificultades para continuar los estudios a la distancia se hicieron más visibles.
Equipo tecnológico, como celular o computadora, wifi, cuadernillos impresos y un espacio de estudio sin interrupciones, son algunos de los requisitos materiales y simbólicos necesarios para poder estudiar de manera remota. “El hecho de que la educación sea a distancia no quiere decir que vos en tu casa sola lo puedes lograr”, expresó Irene, poniendo así de manifiesto la importancia de construir el conocimiento en comunidad.
Ante esto, durante la cuarentena, pudieron construir el Espacio Comunitario Pizarro, al lado de la casa de Liliana, para poder tener un lugar de estudio y actividades abiertas a la comunidad. Ahora los encuentros se arreglan entre cada docente con un grupo de estudiantes que estén cursando el mismo trayecto y se reúnen de acuerdo a la disponibilidad. Aunque muchas se han ido, también otras se han sumado y desde que comenzaron con este acompañamiento, ya son tres las mujeres que han logrado terminar sus estudios secundarios. “Estamos en la etapa de sostener lo que hemos conquistado”, expresó Audisio .
Irene explicó que el objetivo de este proyecto no es, sólo, que las mujeres aprueben sino que también se empoderen y se sientan ciudadanas plenas, que se sientan parte de la comunidad. “Cuando hacíamos las dinámicas de cierre, escribían que a ella les devolvía su dignidad. Además, cuando hacíamos dinámicas de reconocimiento de redes de mujeres se nombraban unas a otras”, relató Irene.
Docentes y egresadas
Actualmente, el proyecto con el que colabora Irene Audisio, funciona en el Espacio Comunitario Pizarro, un edificio que se levantó con técnicas bioconstructivas, en terrenos que donó otro vecino de Mendiolaza.
Lo llevan adelante Liliana Barreto, Manuela Corral, por Cenma El Pueblito, Mariela Vensal, actual coordinadora pedagógica, Adriana Irbarborde, Eloisa Jonshon, Cecilia Gonzales y Mónica Díaz. Ellas son las coordinadoras de la secundaria, profesoras voluntarias y docentes colaboradoras. Del apoyo escolar para nivel primario participan Agustina Collante, Bianca Collante y Mati Chávez.
Las primeras egresadas de primaria para adultos fueron Silvia Salguero, Elisa Ponce, Teresa Murúa. Las primeras que lograron completar sus estudios secundarios a distancia fueron Alicia Salguero, Vanesa Maldonado, Belén Allende.