Cristina Wargon lanza su revista
Humor a la Wargon se llama la revista digital dirigida por Cristina Wargon que, con epicentro en Mendiolaza, reúne a colaboradores de distintas partes del país. La revista es a la gorra y el primer número ya puede verse en este link. La presentación formal se realizará en Demendiolaza los primeros días de octubre. Mientras tanto, compartimos aquí el capítulo inaugural de las Crónicas de Mendiolaza, publicado por Cristina en la revista.
Desmintiendo que he muerto, aquí estoy
Crónicas de Mendiolaza I
Por Cristina Wargon
Humor en Mendiolaza
Yo vivía en Buenos Aires en un departamento chiquito al lado de un shopping, algunos muchos libros, dos patios oscuros pero llenos de plantas, mi gato siamés Bogdam y todo el sucio pero reconfortante Abasto alrededor.
Pero un día el mundo convulsionó y no quedó piedra sobre piedra que no fuera lanzada por los aires. En ese revoleo, embarbijada y vacunada, aterricé en .Córdoba, más precisamente en El Talar de Mendiolaza, un pueblo donde habitan mis hijos a 20 km de la capital. Acá sigo, en Mendiolaza. Un lugar mentiroso. Una puede dejarse engañar por sus árboles tan bellos y cotidianos o sus tiernas callecitas de tierra, pero todos disimulan y nadie me advirtió lo que me esperaba. Mis hijos y nietos son adorables, pero poco dados a hablarme. Creo que consideran que con mantenerme con vida ya han hecho su tarea y de lo demás, que se encargue el Vikingo (volveré sobre este personaje). Evoco esos primeros días, sola en mi gran casa en medio del esplendor del verano, tratando de desentrañar qué ocurre en este paraíso cuya esencia se me escapa. No me refiero a los cortes de luz y agua, ni a que el gas se termine de repente y las garrafas desaparezcan en el acto y ahí me quede yo, puteando bajo la ducha helada, deseando haber muerto pisada por un subte y no de este modo casero, anónimo y hasta roñoso. No me refiero tampoco a que los alacranes venenosos son endémicos y otros detalles que hacen a mi felicidad cotidiana y ya les iré contando, pero sólo quiero dejar dicho, antes de que me pase algo, lo que finalmente descubrí: El Talar es un laberinto en línea recta que se mueve. Aparentemente son tres largas calles que se desplazan entre dos rutas, la del medio es asfaltada y une todas las Sierras Chicas. Los cordobeses creen que es una pista de carreras y a las horas pico-si uno tiene la temeridad de pisarla-es conveniente dejar una carta a la familia aclarando que fue voluntario. Pasado el rushing todo cae en el silencio calmo de quien no tiene nada para esconder. La primera impresión es que el pueblo fue espolvoreado al azar a los costados de la ruta. ¡Pero, aunque disimulen! se mueve!
Vamos a las pruebas
Lo primero que hice al llegar a Mendiolaza fue comprarme un autito, usado y voluntarioso como la dueña. Luego, intentar mostrárselo al resto de la familia que vive a una cuadra de casa, detrás de la loma. Me senté animosa tras el volante y…nunca más llegué.! Cierto que tengo fama de perderme adentro de un ascensor, pero esto era acá, bajo el puro cielo argentino y mendiolacense . Me metí por caminos inexistentes, subí lomadas, tropecé con pedacitos de asfalto en medio de los ripios, salí a rutas geográficamente imposibles, y cuando ya estaba desesperada aterricé en una calle amplia que, a poco de andar, dio sobre ¡una canchita de futbol y detrás una casa! Ambas cruzaban la calle. Frené de golpe, y me puse a llorar mansamente. No había manera de seguir y, como cada vez que no tengo la menor idea de qué hacer, no hice nada. Abrí la puerta, prendí un pucho, miré al cielo y me quedé sabiendo que estaba en una trampa.
Al rato de la casa salió un señor y se acercó amablemente a preguntar si me pasaba algo, -“No sé- respondí con la misma ilógica de la situación-iba a una cuadra de mi casa y no sé por qué estoy aquí.” Ajá -dijo el señor con calma- ¿tiene algún familiar con auto cerca? Por mi cabeza pasaron todos pero dije “mi yerno”. Aun en medio de la crisis, supe que era el único que no me iba a saludar con la ternura de los demás: “¡Vos siempre tan boluda!”. Llegó con el respeto esperado. Solo que cuando le quise explicar mi teoría de que el pueblo se movía, me interrumpió diciendo “vos seguí mi auto nomás”.Todo se terminó de arruinar con el dueño de la casa que, con misma cara de mendiolacense feliz, nos despidió diciéndole: te la entrego sana y salva”, ¡como si yo fuera una cosa babeante, débil mental y totalmente perdida! Lo de perdida no lo puedo discutir, pero me quedó claro…¡ESTE PUEBLO CAMINA!
Humor en Mendiolaza