Renacer entre las aguas
Según la información oficial, nueve personas perdieron la vida en Sierras Chicas durante la catástrofe del 15 de febrero de 2015. En la memoria de miles de familias quedó grabado cómo la creciente del río arrasó con sus hogares. En Mendiolaza, ocho familias perdieron aún más que el resto de los afectados en nuestra ciudad. Además de sus objetos, sus recuerdos o sus mascotas, perdieron su lugar en el barrio. Son los vecinos cuyas casas quedaron absolutamente inhabitables y debieron ser relocalizados. Hoy cuentan cómo es la vida en Mendiolaza 10 años después y cómo fue el proceso de reubicación que vivieron junto a su familia en un pequeño barrio al límite de El Talar, a pocas cuadras de la ruta E53. Sus testimonios reflejan el impacto emocional y las dificultades que enfrentaron las familias damnificadas, que siguen dejando huella a una década de la inundación.
El momento de la tragedia

15F en B° El Perchel. La vida en Mendiolaza 10 años después
Daniel era vecino de la calle 6, de B° Los Cigarrales, una de las zonas más devastadas. En diálogo con el programa Mañanitas de Mendiolaza por la 102.7 FM Demendiolaza, recuerda claramente aquella mañana fatídica. Tomaba mate en su galería cuando notó que el nivel del río comenzaba a elevarse de manera alarmante. Aunque había vivido allí desde 1986 y había visto otras crecientes, esta vez algo se sentía distinto. Recibió una llamada de Córdoba preguntándole si estaban bien, ya que las noticias informaban sobre desbordes en Río Ceballos. Minutos después, la situación se tornó crítica: el agua superó un muro de concreto de metro y medio que delimitaba su propiedad y comenzó a inundar el patio.
Daniel despertó a los gritos a su familia que todavía dormía, y la sacó de la casa como pudo. Su hijo menor, de 17 años, intentó salvar su auto, pero la correntada se lo llevó. Daniel, en un intento desesperado logró rescatar a su hijo, pero fue arrastrado por la fuerza del agua. Milagrosamente, logró salvarse tras aferrarse a un poste y nadar hasta una zona más elevada. Durante seis horas, su familia no supo nada de él, “Nadie sabía que había sido de mí, de mi destino. Subieron a la casa en la que estábamos, al techo, y nos vimos. 300 metros de distancia y nos reconocimos. Y ahí nos quedamos tranquilos”, comenta Daniel.

Más de 10 horas arriba del techo. La vida en Mendiolaza 10 años después
Susana Fuentes, esposa de Daniel, relata “en esos momentos yo le pedí a la Virgen que salvara mi familia. Que dejaba todo, me olvidaba de mi casa, me olvidaba de todo y que no iba a volver nunca más. No quería volver más. Pero que salvará a mi familia. Y así lo hizo la Virgen. Estuvimos todos juntos, estuvimos después todos juntos. Y yo cumplí mi promesa. No sabía dónde iba a vivir, no sabía qué hacer, pero ahí no iba a volver. Seguro que no. Fue muy duro”.
Un largo camino hacia la estabilidad

Tras un año, tres meses y quince días, llegaron a sus nuevas casas. La vida en Mendiolaza 10 años después
Las viviendas destinadas a los damnificados fueron entregadas oficialmente el 31 de mayo de 2016. Para Daniel y su familia, el proceso de adaptación fue complejo. “Fueron los arquitectos de la Provincia, y me dijeron que no podíamos estar más en nuestra casa”, recuerda con pesar. Su esposa intentó rescatar algunas pertenencias, pero el agua lo había destruido casi todo. Fotografías, documentos y recuerdos de toda una vida se habían esfumado. Algunos miembros de la familia decidieron no volver a la zona afectada. Su hijo menor se fue a vivir con su hermana, mientras que él y su esposa se trasladaron temporalmente a Córdoba. “Mi hijo no pudo salir de eso, tuvo brotes psicóticos. Fue muy muy duro. Una cosa es contarlo y otra cosa es vivirlo. El que no lo pasa no se imagina”, relata Susana.
Superar la pérdida no fue fácil. Su hijo requirió tratamiento psiquiátrico para afrontar el trauma. Su esposa tardó años en aceptar su nueva realidad. Daniel, por su parte, evitó por mucho tiempo volver al lugar donde había estado su hogar. No fue hasta 2021 que pudo recorrer nuevamente la calle donde antes vivía. “Recién en ese momento sentí que podía enfrentar mi pasado”, confiesa. Susana comenta “La familia se dividió. Mi hijo más chico no quiso ir con nosotros a ningún lado, no quería desprenderse de acá de cerca de su casa. Así que dos familias amigas nuestras lo cuidaron como si fuera hijo de ellos prácticamente. Le compraron ropa, no teníamos nada, ninguno tenía nada, nos habíamos quedado sin nada. Agradezco a la vida que aparecieron estos ángeles que cuidaron a mi hijo. Nos amábamos, pero él no podía estar lejos de su casa, aunque ya no estaba”.
Hoy, Daniel ha aprendido a valorar su nuevo entorno y a reconstruir su vida. “Me gusta el lugar donde estoy. Disfruto lo que tengo”, dice. Sin embargo, el camino hasta llegar a esta aceptación estuvo lleno de obstáculos y duelos.
Sebastian Ansaldi es el único vecino relocalizado de barrio El Perchel. Al momento de la inundación vivía con sus tres hijos pequeños y su esposa. Relata que tras la inundación, tuvieron que irse a vivir a Villa Allende. Sin embargo, en el proceso de esperar su nueva casa, atravesaron momentos muy difíciles de salud de su hijo del medio. Debido a las inundaciones, contrajo una enfermedad grave llamada Síndrome de Kawasaki, producto de un virus que se encontraba en las paredes de la vivienda afectada. Si bien no le dejó secuelas y hoy lleva una vida sana, Ansaldi comenta que se trata de una enfermedad que queda de manera latente en su cuerpo.
Construyendo un nuevo hogar
Dejar todo atrás y adaptarse a la nueva realidad fue la situación que enfrentaron estos vecinos. Daniel remarca: «me siento feliz, disfruto el lugar, lo que es mi casa, chiquita con las comodidades que tiene». Sin embargo, reconoce que la adaptación no ha sido sencilla: «Hoy, ¿qué siento? No digo resignarse, pero acostumbrarse a vivir de una forma diferente, pero bien, con el resto de los vecinos».
Emiliano Varone, es un vecino que vivía en la entrada de B° Valle del Sol, y que también perdió por completo su casa, en la que vivía con su esposa y su hijo. Los primeros días tras la inundación vivieron en casa de su suegra hasta alquilar un dúplex en Villa Allende. Si bien recibieron ayuda de la Provincia para pagar el alquiler, remarca que fue un proceso muy burocrático, y la ayuda no alcanzaba a cubrir los gastos reales. En el caso de esta familia, lograron permanecer unidos a lo largo de todo el proceso. Hoy, ya ubicados desde hace años en su nuevo hogar comenta «La casa que nos dieron está muy lejos de lo que teníamos. Con mucho esfuerzo fuimos metiéndole a la casa, y logramos ampliarla con unos contenedores, y mejorarla. La casa que nos dieron era una de esas viviendas sociales de 56 metros cuadrados. Pero estamos contentos de estar lejos del río ahora».
Sabrina Oña, es otra de las vecinas de B° Los Cigarrales que perdió su casa, donde vivía con su esposo y su hijo. Al igual que Varone, afirma que si bien recibieron alguna asistencia de la Provincia para poder alquilar hasta tener su casa, esta ayuda no alcanzaba a cubrir la mitad de un alquiler.
Sebastián Ansaldi señala “lo que yo más extraño de ese barrio es mi trabajo. Porque ya jubilado por discapacidad había conseguido armar una pequeña producción de plantas. Con un invernadero que había armado. Vendía plantas, plantines sobre todo a viveros de muchos conocidos”. Luciana, esposa de Sebastian agrega “extrañamos del lugar la belleza de la casa. Era una casa muy antigua la cual habíamos proyectado para que crecieran nuestros hijos ahí o tal vez quedarnos nosotros con esos frutales, los árboles”, y agrega con gran pesar “extrañamos fundamentalmente de ese lugar nuestra historia. Ahí quedó nuestra historia. Toda nuestra historia de esfuerzo, la infancia de nuestros hijos que hoy nos cuesta poder cerrar los ojos y recordarlo, sobre todo de los mayores. En ese lugar perdí toda fotografía, todo dibujo, juguete, todo lo que guardábamos como recuerdo alguno desde que nacieron. Y fundamentalmente en mi caso la historia de mi padre que falleció y que mis hermanos me dejaron. Sus cartas, sus fotos, sus partituras de música, todo eso es lo que extraño. El poder hoy mirar quizás una foto y recordar el pasado”.
Un encuentro para volver a empezar
Otro de los momentos difíciles que atravesaron en este proceso los vecinos fue cuando, debido a prejuicios y desinformación, algunos sectores de la comunidad intentaron excluirlos. La incomprensión sobre las dificultades que habían atravesado en fue un factor que agravó un proceso ya de por sí difícil. «No tenían ni idea de lo que habíamos pasado… cada uno había sufrido a su manera, pero eso fue muy difícil, porque nos discriminaron más» lamenta Daniel. “Dijeron barbaridades de nosotros” afirma Susana en referencia a publicaciones en redes sociales, de vecinos que no deseaban que se construyeran las nuevas casas en su barrio. El ex intendente Daniel Salibi llevó a cabo una reunión con los vecinos que debían ser relocalizados y aquellos que se oponian.
Una nueva comunidad
Unidos por una historia compartida, y por una lucha en común, los vecinos fueron construyendo una nueva comunidad. “La relación con los vecinos es excelente. Todos han modificado sus casas, todos se han apropiado. Se sienten muy bien a donde estamos”, afirma Sabrina Oña.
En el mismo sentido se expresa Emiliano, y agrega “La relación es excelente entre nosotros. Es más, estamos luchando todos juntos para poder conseguir las escrituras de estas casas. Ya que al día de hoy no tenemos nada más que un papel que dice se estas casas son nuestras. Pero no tenemos las escrituras”, relata Emiliano, poniendo en evidencia la mayor dificultad que enfrentan hoy los vecinos con sus propiedades, y demostrando una deuda histórica que persiste aún una década después de la tragedia.
Susana, remarca “somos toda gente muy trabajadora, y que cuida de sus familias” y agrega “entre nosotros, los que hemos pasado esto, nos ayudamos muy mucho”. Al igual que Emiliano, pone énfasis en la lucha que persiste por su casa. “El dolor no terminó con eso y con que nos dieron la casa. Nosotros creíamos en la palabra. Porque nos dijeron que en tres años, dos o tres años la casa iba a ser muestra. Nosotros hemos pagado por esa casa porque dimos el terreno en que teníamos la nuestra, donde se pueden hacer parques, se pueden hacer cosas y no casas, por supuesto. Espacios verdes que hacen falta. Dimos esos terrenos a cambio de la casa. O sea, nosotros ya pagamos. Sin embargo, la escritura nunca se vio y ahora nos estamos movilizando” enfatiza Susana.