Adiós a Ángeles Echegaray
El primer día de abril murió Ángeles Echegaray. Dejó su huella como docente y bibliotecaria del Ipem 317. Fue escritora y actriz. Pero, sobre todo, nuestra ciudad le debe la existencia del único libro que recopila su historia. Con la partida de Ángeles, Mendiolaza despide a parte de su memoria. Reproducimos aquí la evocación de Jorge Piva, quien trabajó con ella en la realización de Mendiolaza, tierra de caballos y tesoros, y de algunas de sus compañeras docentes.
La autora y sus libros

Portada de los libros de Ángeles Echegaray. Mendiolaza despide a parte de su memoria
«Realista hasta la exasperación, o desesperadamente fantásticos, estos cuentos saben dar en el blanco de las lacras humanas», así describía María Teresa Andruetto los relatos incluidos en Te llamarás Eva, el libro de Ángeles publicado en 1996.
Su obra también quedó plasmada en Los Viernes a la Tarde, libro que realizó en conjunto con Graciela Bornansini, Olga Gil López y Fanny Roeschlin, y en Calidoscopio, producto del trabajo de sus talleres literarios en Villa Allende.
En 2006, Mendiolaza se sumó al programa de la Provincia, Edición de historias populares cordobesas, que buscaba que los habitantes de la provincia pudieron plasmar en libros su historia, sus recuerdos y activar de este modo la identidad y la memoria local. Sólo 90 de los más de 400 municipios de Córdoba lograron llevar la tarea hasta el final y publicarlos.
Mendiolaza fue uno de ellos porque Ángeles se puso al hombro la tarea.
Hacedora del libro histórico de Mendiolaza

Detalle de la portada de Mendiolaza, tierra de caballos y tesoros. Mendiolaza despide a parte de su memoria
«En 1994 comenzaron los remates de lotes que pocos años después convertirían al pobladío de Mendiolaza en ciudad, dentro de la estampida constructiva que borró los límites urbanos del Gran Córdoba. Por entonces varias parejas y familias jóvenes nos radicamos aquí con el entusiasmo de lo nuevo y cierto espíritu fundacional, aunque fuese en los pequeños objetivos entre lo mucho que había para hacer. Como en tantas situaciones de encuentros y convivencias, al principio éramos amables y optimistas y creíamos en el progreso del pueblo y la humanidad. Así surgió el Grupo Cultural Mendiolaza, que vinculó a quienes ejercitábamos o teníamos relación con el arte o la escritura. Así conocí a Ángeles Echegaray.
Fue natural que quisiéramos saber dónde estábamos, cuál había sido la historia humana de este hermoso paisaje. Nos propusimos averiguarla y escribirla, lo planteamos al intendente Daniel Salibi y poco después el gobierno provincial creó un programa de edición de las historias ciudadanas.
El estímulo nos lo había dado Rafael Cacho Seguí, que se había propuesto lo mismo, tenía abundantes apuntes y borradores pero no había avanzado en su intención. Ese material, que él había llamado provisoriamente “Retazos de la historia”, lo puso a disposición de nuestro proyecto. A fines de 2006 presentamos “Mendiolaza, tierra de caballos y tesoros”, dedicado a Cacho, en el salón que lleva su nombre.
El libro tuvo numerosos participantes: diseñadores, entrevistadores, ilustradores, vecinos, aportantes de material y fotografías, etc. Pero concluida la recopilación, a la hora de organizar, seleccionar y redactar adecuadamente, con alguna unidad de estilo, el muy diverso material de todas esas fuentes, fue Ángeles Echegaray quien
principalmente lo hizo. Me consta que fue así porque en medio de ello tuve un inconveniente que no recuerdo muy bien, o no quiero recordar, y debí atenuar mi participación. Le propuse a Ángeles un reemplazo, otra colaboración, le vaticiné muchos trasnoches tecleando. Pero se negó, comprensiblemente: sólo ella conocía qué
contenía su computadora y el amontonamiento de carpetas y papeles en el escritorio de su casa, en Valle del Sol.
Ante tamaño desafío Ángeles hizo lo de siempre, en cualquier circunstancia que la conocí: sonrió, hizo un chiste, prendió un cigarrillo y me dijo que la vida es bella.
Sin el trabajo de Ángeles el libro hubiera resultado algo muy distinto, o no hubiera resultado, apremiado por los plazos de la imprenta. Esa fue la génesis de la historia escrita de estas tierras colonizadas por la cruz y la espada, nutridas más recientemente por buscadores de aire puro y tranquilidad y desarrolladas sin demasiados pruritos ecológicos por los inversionistas del hábitat.
Como me dijo una amiga común, que me anunció la infausta noticia, recordaremos a Ángeles por sus observaciones irónicas, sus risotadas y su optimismo permanente, ya que en definitiva, aunque en ocasiones no lo parezca o no lo sea, la vida es bella».
Jorge Piva
Su mundo en el Ipem

«Angy era narradora y disfrutadora de la literatura.». Mendiolaza despide a parte de su memoria
«En la escuela era una persona muy, pero muy, muy querida por toda la comunidad educativa. Obviamente al decir comunidad educativa me refiero a estudiantes, a familias, a compañeros y compañeras docentes. Ellas siempre estaban para los profes dispuestas a buscarle material a los libros: «Mirá te puedo recomendar este, ¿por qué no te fijas acá? Mirá que lindas cosas tenemos». Las y los estudiantes la adoraban. Desde los más jovencitos, primer y segundo año, hasta los más grandes, quinto y sexto, siempre iban hasta aquellos más traviesos que buscaban refugio en la biblioteca, o buscaban un juego de ajedrez, o de damas, o el estanciero, o buscaban libros. Ella ayudaba a veces a hacer las tareas o les contaba algún cuento. Realmente cuando ella se fue, que fue en el 2020 con la pandemia, dejó un hueco impresionante, un vacío en todo sentido, y por otro lado porque nos quedamos también sin personal en el espacio de la biblioteca. Siempre la recordamos, la recuerdan, porque era como decir biblioteca era decir Angy»
Patricia González
«Angy era narradora y disfrutadora de la literatura. También , desde su lugar en la biblioteca apachaba a los alumnos tristes por algún motivo, o establecía diálogos a pedidos nuestros para escucharlos y crear empatía con los que necesitan ser oídos y escuchados.
Disfrutábamos de las alegrías y triunfos de nuestros alumnos cuando aprobaban las materias. ‘Viste, que se puede estudiar, que nada es imposible’, sabíamos decirles…y abrazos y aplausos.
Nos desafiábamos mutuamente a ver quien cautivaba mejor a los alumnos con los autores o textos seleccionados. La biblioteca era y es el lugar de disfrute, llena de buenos autores, y juegos, para leer y disfrutar»
Rosa Cativa