Trabajar nuestra tierra
Un hombre de campo en Mendiolaza
Francisco «Pancho» Etchemendy es un pequeño productor agropecuario, vecino de Mendiolaza. Hace 27 años que se dedica al cultivo y al comercio de su producción en la zona. Además repara tractores que después vende en el exterior. Fue concejal por dos períodos y después se volvió a subir al tractor.
Los puestos de choclos y zapallo al costado de la ruta. Un tractor circulando por la calle. Muchos tractores. Justo cuando Av. Tissera hace una curva, un campito sembrado marcando con distintos colores la época del año. En Mendiolaza pareciese que «Pancho» Erchemendy aporta lo que le queda de campo a esta ciudad.
Cultivar en la zona
Cultivar para comercializar en la zona de Mendiolaza es una tarea que requiere conocimiento, voluntad e ingenio. Se trata de una zona donde no hay agua, por lo tanto se espera con ansias la lluvia. El agua se obtiene por secado, se trabaja la tierra con antelación para guardar la humedad.
“Hago comercio con mi producción. Mi oficio es agricultor, horticultor y en esta zona no tenemos riego, por lo tanto los cultivos se hacen con decado. Es la forma de esperar la lluvia. Trabajando la tierra con antelación para guardar la humedad. La tierra dura no guarda humedad y la tierra esponjosa si. Es la humedad de la lluvia anterior. Se ara antes del invierno para la primavera y el verano. Se usa una maquinita vieja que tengo para sembrar el maíz para choclo. Los zapallos y calabazas se hacen a mano. Ocupan mucha mano de obra” cuenta Pancho Etchemendy.
La producción de Etchemendi puede encontrarse en los puestos sobre la Ruta E53 o la Intermunicipal, pero también en Facebook y en Instagram
Rumbo a lo orgánico
Un hombre de campo en Mendiolaza
La producción de verduras se realiza de forma orgánica, sin agrotóxicos. Con un historial de 25 años de la misma semilla sin manipulación genética.
“La parte de los choclos son agroecológicos en transición, porque es muy difícil agarrar un campo que hace años que usa agrotóxicos, pasarlo a otra categoría de repente. Necesito una transición de tres o cuatro años. De nueve veces se fumiga una o media, con una máquina que está habilitada, debidamente inspeccionada, que está debidamente homologada y con una receta fitosanitaria expedida por un asesor fitosanitario. En mi caso tengo que aplicarlo yo, tengo un carnet que te lo dan después de rendir con diez. Se hace una sola aplicación, se notifica a la Municipalidad que es lo que vamos a aplicar. Por lo general son insecticidas de bajo impacto, de onda verde que son los que se utilizan en algunas comunidades orgánicas” dice Francisco.
Sin intermediarios
Etchemendy comienza a comercializar la cosecha en la época de diciembre/enero hasta que comienzan las heladas, cerca de mediados de año. Vende directo al público en un puesto que tienen ubicado en la ruta E53, en el kilómetro catorce.
“Directo del productor al consumidor. Así el cliente puede acceder a alimentos que nos se venden en ninguna parte. Todo el día se corta la mercadería. La verdura se corta a las cinco o seis de la mañana, a las nueve la gente la está comprando y al mediodía ya la está cocinando. Todo eso tiene un valor agregado impresionante porque no lo tienen en ningún lado y es fresco” cuenta Francisco y agréga “tenemos un puesto de venta que el año que viene va a cumplir 30 años, que está sobre la ruta E53, al lado del cementerio de mascotas. Es un tinglado que tenemos ahí que siempre abrimos cuando tenemos producción a fin de diciembre o principios de enero, este año se va a dilatar un poco por la falta de lluvia, es hasta abril, mayo, junio, hasta la helada que nos deja sin producción. La venta es de choclo, zapallo, calabaza, también de zapallitos, berenjenas, pimientos”.
Durante la pandemia, en pleno período de aislamiento, la particular forma de comerciar de la familia Etchemendy apareció en todos los medios. Habían dejado en la calle toda la mercadería, sin ninguna vigilancia, cada cosa con su precio, y un cartel que decía «Por favor, introduzca el dinero en el buzón». Y eso fue exactamente lo que los vecinos hicieron. «No hubo robos ni avivadas», comentó Pancho sobre esa experiencia.
Un proyecto, muchas manos
Hace 27 años que Francisco comenzó a cultivar y comercializar su producción. Aunque no tiene un campo propio, arrienda un predio de cuarenta hectáreas. Son muchas las manos que trabajan con él durante la temporada.
Del proceso participan: cuidadores (porque el vecindario tiene caballos, ovejas, gallinas) desmalezadores, quienes sacan los yuyos, gente que planta las semillas, que realiza el arado y también que vende y atiende al público.
“Una curiosidad, la gente que maneja plata, que tienen cargos de muchísima responsabilidad son mujeres. Hemos visto que se han desempeñado mucho mejor las chicas que los hombres. Son más responsables a la hora de cumplir horarios. No es un modelo cooperativo. Hay mucha gente que quiere trabajar con nosotros y lamentablemente no podemos blanquearlos porque el trabajo solo dura cuatro meses. Por eso se le paga muy bien por un contrato. Casi tres veces lo que puede ganar un albañil en una obra. Y trabajan tres o cuatros horas por día. Por ejemplo el que saca yuyos, va de cinco de la mañana a diez y cada chancho a su rancho. Se va con un jornal como el de un muchacho que trabajó todo el día en una obra” narra Etchemendy.
Un hombre de campo en Mendiolaza – Aprender a trabajar la tierra
Francisco nació en la ciudad de Córdoba y durante los años 70 sus padres decidieron mudarse a Mendiolaza en busca de mayor tranquilidad, lejos del bullicio de la capital. Así llegaron a Mendiolaza, sin conocer lo que implicaba la vida en el campo.
“No tenían ni idea lo que era la vida en el campo. Fuimos aprendiendo a los ponchazos lo que era. Levantarse temprano, ensuciarse las manos con tierra, renegar con los yuyos, con las plagas, con las alimañas, los zorros. Hemos renegado mucho con el gato del monte, el zorro, las comadrejas, las víboras. Por inexperiencia hemos pagado los platos rotos durante años. Cuando más o menos me creí con algo de experiencia me largue por mi cuenta a hacer algo comercial. Antes era estudiante del conservatorio de música Félix T. Garzón. Estudié clarinete y guitarra. La tarea que hago me modificó muchos los dedos así que no puedo tocar, mas que chapucear en alguna reunión familiar y de amigos. Tengo los dedos muy rústicos, como garrotes.
De reparar a exportar tractores
Francisco aprendió mecánica de su padre que era mecánico de autos alemanes. Esos conocimientos le permitieron en principio reparar sus propios tractores, luego hacerlo para terceros y hoy comprar, arreglar y vender al exterior.
Se trata de tractores viejos que el mismo Etchemendy repara y exporta a Holanda con las pátinas originales para jóvenes que realizan paseos en tractor.
“El negocio de Holanda aún está medio incipiente. Empezó bien, se frenó por la pandemia, volvió y se volvió a frenar con la guerra de Ucrania. Los tractores son para hobby, no para trabajar. Hay una generación de jóvenes que no conocen un tractor que tire humo, que caliente, que tire grasa. En Europa tienen tractores eléctricos que los programas para que trabajen todo el día, ni siquiera son comandados y eso es medio aburrido para jóvenes entre 20 y 40 años. Entonces buscan algo folclórico y usan grupos para salir a pasear, como acá hacen las cabalgatas, allá hacen las tractoradas.
Una manera de trabajar y de vivir
Hay una gran desconexión entre la ciudad y el campo. Ignorancia acerca de dónde y cómo se producen los cultivos que comemos todos los días. En este sentido, Francisco explica que sus dos hijas (una es profesional y la otra estudiante avanzada), participan en el negocio. Se ocupan de las ventas y atención al público y la gente les pregunta asombrada si ellas se dedican a eso. “¿Qué tiene de malo que sembremos esto? como diciendo que no podemos hacer esto. Como si fuéramos extraterrestres. Un total desconocimiento de los procesos de producción local”.
Se trata de un tema también educativo “nadie nos enseñó qué hacer con la plata”. Falta de información y formación acerca de cómo administrar el dinero. “Muchas veces estos pibes jovencitos se gastan veinte mil pesos en un fin de semana. De qué te sirve le decimos, el día de mañana no va a tener la plata ni la juventud para generarla, es una cuestión de filosofía de vida”.
También hace hincapié en que hay una idea equivocada de que el argentino, el cordobés no trabaja. “Dicen que a un morocho de acá un sábado no lo haces trabajar, pero no es así, si le pagas bien trabaja”.
A mi me gustaría que se alquilen los pastoreos de caballos, que se haga una huerta comunitaria para todo Mendiolaza. Que la gente trabaje, que trabaje todo el mundo. Ese sería mi sueño pero no lo veo. No sé por dónde empezar. La gente se prendería en una cosa así pero lo veo como algo chiquito, aislado, no lo veo como una gran movida. En Arguello, en Villa Rivera Indarte me contactaron unos muchachitos que consiguieron una casona vieja. Estaba ocupada con un patio muy grande, la limpiaron, me pidieron ayuda, les presté un tractor. Hoy les va muy bien, son como cincuenta y venden lo producido en en los semáforos. Ellos son orgánicos 100% y en Mendiolaza no hay una movida así. Les dije lleva el tractor y pagame con mercadería, no vamos a monetizar los alimentos. Les va muy bien. No veo eso acá en Mendiolaza.
Un hombre de campo en Mendiolaza